La
condición humana, texto político-filosófico fundamental para conocer los
aportes teóricos de Hannah Arendt con respecto a elementos básicos pero a la
vez complejos, desarrollados desde los inicios de la historia por diferentes
pensadores con gran importancia y trascendencia en el desarrollo de las ideas y
constructos que describen la existencia humana hasta nuestros días y el papel
del hombre y de los hombres en la tierra.
De
esta manera problematiza con argumentos sólidos la concepción tradicional del
comportamiento humano, la manera en que filósofos occidentales como
Aristóteles, Platón, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Locke entre otros, han
descrito la acción del ser humano.
En
primer lugar desmonta la visión que asimila el comportamiento humano con el
comportamiento de la naturaleza, al someterlo a una relación instrumental
causa-efecto, donde los hechos o acciones de los hombres son deterministas y
predecibles. Arendt se deslinda de toda visión causística, cientificista o
“racionalista” de todos los paradigmas filosóficos conocidos por la humanidad y
de igual forma transustancia los conceptos y la esencia de las palabras como
las conocemos en la actualidad.
Tomando
en cuenta el contexto histórico de esta autora, se hace difícil comprender el
valor que tuvo al contradecir tesis construidas y fortalecidas en el imaginario
colectivo, dejándola desde mi punto de vista como escritora revolucionaria en
pensamiento y acción.
Para
Arendt la naturaleza es todo aquello que es externo a la conciencia y no ha
sido construida por voluntad humana, es así como la visión griega que afirmaba
lo natural como una razón cósmica, o la naturaleza como razón de Dios en la
época feudal queda desprovista de argumentos sólidos que justifiquen su razón
de ser. La autora desarrolla una tesis que contiene varias premisas o
categorías; comienza con el enunciado vita activa y condición humana donde la
labor, el trabajo y la acción comprenden los tres elementos fundamentales de
los hombres durante su existencia y después de ella.
La labor para Arendt es el proceso biológico que inicia con el nacimiento del ser humano, es la actividad que asegura la supervivencia del individuo y de la especie; es el hecho que comienza con la vida y termina con la muerte en este mundo, es decir, para Arendt la labor puede ser “cumplida” por animales y humanos sin diferencia alguna.
El trabajo es la actividad de lo no natural, que no pertenece al ciclo vital, que no muere. Es un mundo de cosas artificiales creadas por el ser humano, es decir, la condición humana de este elemento es la mundanidad, donde el trabajo concede una medida de permanencia más allá de la vida mortal y del tiempo humano.
En
tercer lugar y como factor más importante para nuestro objeto de estudio: la
política, la acción representa para Arendt la única actividad del hombre que se
da sin mediación de cosas o materia, corresponde a la pluralidad que tenemos
los hombres que habitamos el mundo en la medida en que todos somos lo mismo; nadie es igual a nadie y por ende no somos predecibles ni
respondemos a una relación instrumental de causas y efectos. La acción es la
condición sine qua non y per quam de toda la vida política, la misma establece
y preserva los cuerpos políticos, permite crear los recuerdos, lo que permanece
más allá del tiempo y el espacio.
Estas
tres actividades están íntimamente relacionadas con la condición más general de
la existencia humana, pero la autora resalta que la acción es la actividad más
relacionada con la natalidad, ya que el recién llegado posee la capacidad de
empezar algo nuevo, de actuar para crear, innovar, transformar.
La
acción es la actividad política por excelencia. La natalidad y no la mortalidad
puede entenderse como la categoría central del pensamiento político,
diferenciándose así del pensamiento metafísico aristotélico o platónico.
Todo
lo que entra al mundo humano por su propio acuerdo, o voluntad pasa a ser parte
de la condición humana; todo lo explorado, conocido, creado, utilizado o
alterado por el hombre está condicionado por la existencia humana. El hombre no
tiene esencia ni responde a una “naturaleza” si así fuese, solo Dios la
conocería y definiría, por ende, nos juzgaría como a cualquier otra “cosa”, es
decir, no seriamos un quien sino un qué; de esta manera, la cognición humana
(entendida como juicio de cosas naturales, incluidos nosotros mismos) falla al
preguntarnos ¿Quiénes somos? Y no queda otra que recurrir a fuentes divinas,
religiosas o metafísicas para respondernos.
La
acción para Arendt no tiene un fin, no es predecible. Es una visión no
determinista ya que el individuo no está en capacidad de dominar o conocer los
resultados de sus acciones, este punto es un argumento sólido, el cual suscribo
literalmente ya que el problema de la naturaleza humana, no parece tener
respuesta tanto en el sentido psicológico individual como en el filosófico
general. Resulta muy improbable que nosotros, que podemos saber, determinar,
definirlas esencias naturales de todas las cosas que nos rodean, seamos capaces
de hacer lo mismo con nosotros mismos, ya que eso supondría saltar de nuestra
propia sombra.
Es
así como Arendt nos adentra en una reflexión tan profunda que contrapone y
revoluciona todos los conceptos y teorías que desde siempre hemos conocido como
paradigmáticas, inmutables y fijas en el tiempo. Haciendo de la filosofía
occidental tradicional una fuente de conocimiento ya no absoluto ni
impermeable, sino que muestra mediante argumentos sólidos y coherentes otra
manera de ver las cosas, permitiendo a quienes estudiamos la teoría política,
diversificar nuestra capacidad de análisis y fortalecer nuestro conocimiento
mediante contrastes filosóficos de alto nivel epistemológico.
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