lunes, 17 de agosto de 2015

La Condiciòn Humana...



La condición humana, texto político-filosófico fundamental para conocer los aportes teóricos de Hannah Arendt con respecto a elementos básicos pero a la vez complejos, desarrollados desde los inicios de la historia por diferentes pensadores con gran importancia y trascendencia en el desarrollo de las ideas y constructos que describen la existencia humana hasta nuestros días y el papel del hombre y de los hombres en la tierra.

De esta manera problematiza con argumentos sólidos la concepción tradicional del comportamiento humano, la manera en que filósofos occidentales como Aristóteles, Platón, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Locke entre otros, han descrito la acción del ser humano.

En primer lugar desmonta la visión que asimila el comportamiento humano con el comportamiento de la naturaleza, al someterlo a una relación instrumental causa-efecto, donde los hechos o acciones de los hombres son deterministas y predecibles. Arendt se deslinda de toda visión causística, cientificista o “racionalista” de todos los paradigmas filosóficos conocidos por la humanidad y de igual forma transustancia los conceptos y la esencia de las palabras como las conocemos en la actualidad.

Tomando en cuenta el contexto histórico de esta autora, se hace difícil comprender el valor que tuvo al contradecir tesis construidas y fortalecidas en el imaginario colectivo, dejándola desde mi punto de vista como escritora revolucionaria en pensamiento y acción.
Para Arendt la naturaleza es todo aquello que es externo a la conciencia y no ha sido construida por voluntad humana, es así como la visión griega que afirmaba lo natural como una razón cósmica, o la naturaleza como razón de Dios en la época feudal queda desprovista de argumentos sólidos que justifiquen su razón de ser. La autora desarrolla una tesis que contiene varias premisas o categorías; comienza con el enunciado vita activa y condición humana donde la labor, el trabajo y la acción comprenden los tres elementos fundamentales de los hombres durante su existencia y después de ella.

La labor para Arendt es el proceso biológico que inicia con el nacimiento del ser humano, es la actividad que asegura la supervivencia del individuo y de la especie; es el hecho que comienza con la vida y termina con la muerte en este mundo, es decir, para Arendt la labor puede ser “cumplida” por animales y humanos sin diferencia alguna.

El trabajo es la actividad de lo no natural, que no pertenece al ciclo vital, que no muere. Es un mundo de cosas artificiales creadas por el ser humano, es decir, la condición humana de este elemento es la mundanidad, donde el trabajo concede una medida de permanencia más allá de la vida mortal y del tiempo humano.

En tercer lugar y como factor más importante para nuestro objeto de estudio: la política, la acción representa para Arendt la única actividad del hombre que se da sin mediación de cosas o materia, corresponde a la pluralidad que tenemos los hombres que habitamos el mundo en la medida en que todos somos lo mismo; nadie es igual a nadie y por ende no somos predecibles ni respondemos a una relación instrumental de causas y efectos. La acción es la condición sine qua non y per quam de toda la vida política, la misma establece y preserva los cuerpos políticos, permite crear los recuerdos, lo que permanece más allá del tiempo y el espacio.

Estas tres actividades están íntimamente relacionadas con la condición más general de la existencia humana, pero la autora resalta que la acción es la actividad más relacionada con la natalidad, ya que el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, de actuar para crear, innovar, transformar.
 La acción es la actividad política por excelencia. La natalidad y no la mortalidad puede entenderse como la categoría central del pensamiento político, diferenciándose así del pensamiento metafísico aristotélico o platónico.

Todo lo que entra al mundo humano por su propio acuerdo, o voluntad pasa a ser parte de la condición humana; todo lo explorado, conocido, creado, utilizado o alterado por el hombre está condicionado por la existencia humana. El hombre no tiene esencia ni responde a una “naturaleza” si así fuese, solo Dios la conocería y definiría, por ende, nos juzgaría como a cualquier otra “cosa”, es decir, no seriamos un quien sino un qué; de esta manera, la cognición humana (entendida como juicio de cosas naturales, incluidos nosotros mismos) falla al preguntarnos ¿Quiénes somos? Y no queda otra que recurrir a fuentes divinas, religiosas o metafísicas para respondernos.

La acción para Arendt no tiene un fin, no es predecible. Es una visión no determinista ya que el individuo no está en capacidad de dominar o conocer los resultados de sus acciones, este punto es un argumento sólido, el cual suscribo literalmente ya que el problema de la naturaleza humana, no parece tener respuesta tanto en el sentido psicológico individual como en el filosófico general. Resulta muy improbable que nosotros, que podemos saber, determinar, definirlas esencias naturales de todas las cosas que nos rodean, seamos capaces de hacer lo mismo con nosotros mismos, ya que eso supondría saltar de nuestra propia sombra.


La expresión vita activa refleja la acción del hombre en política, o vida dedicada a los asuntos públicos o políticos, de esta manera Arendt define el elemento fundamental que diferencia la eternidad de la inmortalidad;  estableciendo la vita activa como la posibilidad de trascender la mortalidad (ciclo entre la vida y la muerte de un hombre, siguiendo una línea recta sin dejar nada a la posteridad ni a la memoria que permanece más allá de la muerte) y mediante trabajo, actos y palabras el hombre tenga la proeza de, aun siendo mortal, construir cosas que merezcan ser imperecederas y encuentren lugar en el kosmos donde todo es inmortal menos los hombres mismos, pero que por su capacidad de crear legados, hazañas trascendiendo el tiempo y el espacio humano, logren permanecer en la memoria y justifica su estadía en la tierra.


Es así como Arendt nos adentra en una reflexión tan profunda que contrapone y revoluciona todos los conceptos y teorías que desde siempre hemos conocido como paradigmáticas, inmutables y fijas en el tiempo. Haciendo de la filosofía occidental tradicional una fuente de conocimiento ya no absoluto ni impermeable, sino que muestra mediante argumentos sólidos y coherentes otra manera de ver las cosas, permitiendo a quienes estudiamos la teoría política, diversificar nuestra capacidad de análisis y fortalecer nuestro conocimiento mediante contrastes filosóficos de alto nivel epistemológico.




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